martes, 29 de agosto de 2017

Detectan el campo magnético de una galaxia a 5.000 millones de años luz



Un equipo de astrónomos observó el campo magnético de una galaxia situada a 5.000 millones de años luz de la Tierra, lo que ayudará a entender cómo se forma y evoluciona el magnetismo en el Universo, según un estudio que publica hoy Nature Astronomy.

Esta es la galaxia más lejana en la que se ha podido observar un campo magnético y es "similar en fuerza y configuración al de la Vía Láctea", aunque aquella galaxia es 5.000 millones de años más joven que la nuestra, indica un comunicado del Instituto Dunlap para astronomía y astrofísica.

Los expertos creen que es una evidencia de que los campos magnéticos galácticos se forman pronto en la vida de una galaxia y permanecen "relativamente estables".

Para la astrónoma Sui Ann Mao, del grupo de investigación Minerca en el Insituto Max Planck de Radioastronomía y autora principal del estudio, se trata de un "descubrimiento emocionante" Los campos magnéticos de las galaxias son "increíblemente débiles" -millones veces más flojos que el de la Tierra- y una teoría sugiere que se forman de "manera débil y desordenada para, con el tiempo ir fortaleciéndose y organizando".

Sin embargo, el campo magnético observado en la galaxia distante "no difiere mucho de lo que se ven en nuestra propia Vía Láctea y otras galaxias cercanas", por lo que esta detección "es una evidencia de que el magnetismo galáctico aparece relativamente pronto, en lugar de ir creciendo lentamente a lo largo del tiempo", señala la nota.

Para el profesor Bryan Gaensler, del Intituto Dulap y coautor del estudio, este descubrimiento supone que "casi cualquier cuerpo celeste es magnético", lo que implica que hay que "entender el magnetismo para entender el Universo".

El estudio de la evolución de los campos magnéticos galácticos requiere la observación de galaxias situadas a diversas distancias de la Tierra y de edades diferentes.

Sin embargo, esas observaciones son difíciles de hacer, en parte porque los campos magnéticos no se localizan de manera directa, sino que hay que detectarlos observando la "huella magnética" que dejan en la luz cuando los atraviesa.

La detección del campo magnético de la galaxia se hizo gracias al equipamiento del observatorio astronómico Karl G. Jansky Very Large Array, en las Llanuras de San Agustín en el desierto de Nuevo México (sur de Estados Unidos).

"Nadie sabe de dónde viene el magnetismo cósmico o como se genera" pero los expertos han logrado ahora, según Gaensler, "una clave importante para resolver este misterio".

Elegidos para la gloria Los primeros hombres que llegaron al espacio

Muchos fueron los llamados pero pocos los elegidos. Tal como reflejó Tom Wolfe en su libro “Elegidos para la gloria”, la carrera espacial por enviar al primer hombre al espacio se tradujo en un proceso de selección y entrenamiento solo apto para súperhombres. Con los primeros astronautas (estadounidenses) y cosmonautas (soviéticos), nació una élite irrepetible de hombres extraordinarios que llenaron portadas e hicieron soñar a los niños con las estrellas. Por eso, la muerte del astronauta John Glenn, el 8 de diciembre del 2016, a los 95 años, trajo a la memoria de los más veteranos la leyenda de los “hombres de hierro” que, como el soviético Yuri Gagarin, pusieron en grave riesgo su vida para llegar allá donde nadie había llegado.

“Los médicos no estaban seguros de si iban a sobrevivir”, dijo para AFP el experto en política espacial John Logsdon. En los comienzos de la Era Espacial, se temía que la enorme aceleración de los cohetes y la microgravedad matara a los tripulantes de las naves. Y además no se sabía qué podía ocurrir por estar en el espacio. “Era un nuevo territorio”, recordó Logsdon.

Y aún así, la Guerra Fría, declarada oficialmente en 1949 con el primer ensayo nuclear soviético, dejó claro enseguida que era fundamental lanzarse a este nuevo territorio para no quedarse atrás: quien consiguiera dominar el espacio demostraría su poder y su capacidad de hacer estallar una bomba atómica en cualquier parte del globo.

Al principio, los soviéticos barrieron a los norteamericanos. El mundo quedó atónito cuando en apenas un mes los soviéticos construyeron el Sputnik 1 y el 4 de octubre de 1957 lograron poner en órbita el primer satélite de la historia. Tan solo un mes después del Sputnik los soviéticos lanzaron al espacio al primer ser vivo: la perra Laika, a bordo de una nave de 508 kilogramos.

En medio del estupor, la respuesta estadounidense consistió en tratar de poner en órbita un satélite de apenas 1,5 kilogramos. Con todos los medios convocados y el público americano con el alma en vilo, el 6 de diciembre de 1957 el cohete Vanguard que debía llegar al espacio estalló en la plataforma de lanzamiento. La Unión Soviética parecía ser, con mucha diferencia, la primera potencia tecnológica.

FUNDACIÓN DE LA NASA

Profundamente alarmado, el presidente Eisenhower puso toda la carne en el asador. Dejó los cohetes en manos de los militares y del ex-nazi Von Braun, multiplicó el presupuesto y fundó la NASA en julio de 1958. Por entonces, los rusos ya habían enviado grandes sondas a la Luna. El próximo paso lógico era enviar un hombre al espacio.

En mayo de 1958, los so-viéticos arrancaron el proyecto Vostok (Este), para mandar un cosmonauta al espacio. Un mes después, la NASA arrancaba Mercury con el mismo fin. Eisenhower ordenó seleccionar entre el cuerpo de pilotos de pruebas a los mejores candidatos para ir al es-pacio. “Los pilotos de pruebas tenían que poner al límite a sus máquinas”, dijo Logsdon. “Esta-ban acostumbrados a poner en riesgo su vida antes del programa especial”.

A partir de 508 candidatos, Mercury seleccionó a 32 voluntarios. Les hizo el que probablemente fue el estudio médico y fisiológico más profundo hecho nunca con pruebas realizadas por 30 laboratorios. Se confirmó que 31 de ellos tenían una salud de hierro. Además de eso todos tenían en común no medir más de 1,80, para caber en la nave.

Luego se les sometió a pruebas extremas: “el objetivo era determinar su capacidad física y psíquica de soportar el estrés asociado al espacio”, dijo Robert B. Voas, uno de los responsables de las pruebas. Los candidatos sufrieron tests de presión, vibración, calor y ruido extremo. Se les metió en saunas y se sumergió sus pies en agua helada y se les hizo inflar globos hasta quedar exhaustos.

Tras superar aquella odisea, el 9 de abril de 1959 la NASA presentó a los siete primeros as-tronautas de la historia, a los que se conoció como “Los Siete”, enfundados en brillantes trajes espaciales. El público estaba encantado, quería saber quiénes eran y qué comían aquellos hombres.

A los astronautas aún les esperaban dos años de duro entrenamiento. Metidos en máquinas centrífugas, soportaron aceleraciones de 18 veces la gravedad terrestre, de modo que un cuerpo de 70 kilogramos parecería pesar lo que uno de 1.260. Hicieron pruebas de supervivencia en el desierto, la selva y las montañas. Por último, se les instruyó en profundidad en aspectos técnicos del cohete, en astronomía o matemáticas. Casi en paralelo, el programa Vostok soviético también sometía a sus seis cosmonautas escogidos a duras pruebas y entrenamientos.

Al final, el titánico pulso entre la Unión Soviética y los Estados Unidos se decidió a las 10.07 (hora local) del 12 de abril de 1961, en el cosmódromo de Baikonur, en la actual Kazajistán. “¡Poyekhali! (¡Allá vamos!)”, gritó Yuri Alekséyevich Gagarin cuando el inmenso cohete Vostok comenzó a rugir. Minutos después se convertía en el primer humano en el espacio y la URSS daba un gran golpe de efecto.

Veintitres días después, Alan Shepard, uno de los siete americanos, logró hacer con éxito un vuelo suborbital. Pero no fue hasta el 20 de febrero de 1962 cuando la NASA demostró que también podía hacer orbitar al hombre, gracias a John Glenn. Pero mientras estaba allí arriba, un error con el escudo térmico de la nave hizo temer lo peor. Según escribió Charles Murray, “se pensó que iba a quedar calcinado y crujiente”. Glenn, incomunicado y sometido a un “terror controlado” aguantó y fue recogido en el mar por un equipo de rescate de 26 barcos y 24.000 personas.

A pesar del mal comienzo, solo siete años después de aquello EE. UU. llevó al hombre a la Luna y ganó la carrera espacial.

ALGUNOS PROTAGONISTAS

Sputnik 1: Inauguró la Era Espacial al convertirse en el primer satélite puesto en órbita. Fue construido en un mes y apenas pesaba 83 kilogramos.

Cohetes de guerra: Las primeras naves se montaron en misiles balísticos modificados. Se añadieron fases para quemar combustible en etapas. Los soviéticos pudieron mandar sondas pesadas incluso a la Luna en cohetes Vostok. EE.UU. estuvo retrasado y confió en los Atlas.

La perra Laika: Tan solo un mes después de lanzar el Sputnik 1, la URSS convirtió a una inofensiva y dócil perra callejera de Moscú en el primer ser vivo en llegar al es-pacio. Murió a las seis horas del despegue por estrés y sobrecalentamiento. Sus restos se desintegraron cinco meses después en la atmósfera.

Nave Vostok: Llevó al espacio a Yuri Gagarin. La parte inferior iba equipada con cohetes para salir de la órbita y la superior con una esfera de 2,5 metros de diámetro. El cosmonauta debía salir de la cápsula a 7.000 metros de altura y lanzarse en paracaídas. Esto se ocultó porque el récord requería que el piloto aterrizase en su nave.

Yuri Gagarin: De origen humilde e irresistible sonrisa, trabajó en los muelles del Volga antes de ser piloto. Se hizo héroe de la URSS al convertirse en el primer hombre en llegar al espacio el 12 de abril de 1961, con 27 años de edad.

Cápsula Mercury: Tenía capacidad para una sola persona y forma de cono. La Freedom 7 llevó a Alan Shepard al espacio, y la Friendship 7 a John Glenn a la órbita.

John Glenn: Acumuló 49 misiones de combate en la Segunda Guerra Mundial y otras 90 en Corea, donde un día derribó tres cazas Mig de fabricación soviética sobre el río Yalu. El escogido entre “Los Siete”, los primeros astronautas de la NASA, decidió montarse en un cohete Atlas a pesar de las dudas sobre su seguridad. Se convirtió en el primer estadounidense en órbita. Después llegó a senador.

Gonzalo López Sánchez

FUENTE: ABC

jueves, 24 de agosto de 2017

Eclipse solar total, ¿qué es y por qué es tan inusual?



Los eclipses solares totales se registran cada dos o tres años, regularmente en medio de la nada como el Pacífico Sur o la Antártida. Lo que hace al eclipse de mañana, lunes, algo especial es que cruzará diagonalmente por todo Estados Unidos (Oregon a Carolina del Sur).

Quienes se encuentren en las periferias –muy adentro en Canadá, Centroamérica e incluso Sudamérica– podrán ver un eclipse parcial.

La última ocasión en que un eclipse solar total eclipse cubrió EEUU a lo ancho fue en 1918, según datos de AP.

No se requieren boletos de admisión para el espectáculo de mañana, sólo unas gafas especiales para no dañar los ojos al observarlo.

martes, 22 de agosto de 2017

Video Estadounidenses son testigos del gran eclipse


Tras un siglo de espera, la paciencia de millones de aficionados fue recompensada la mañana del lunes: el eclipse total de Sol oscureció en pleno día la costa oeste de Estados Unidos, para desplazarse paulatinamente hacia el este.

A las 17H16 GMT, miles de personas gritaron y aplaudieron cuando la Luna se colocó justo delante del Sol, un inusual eclipse total que cruzará de costa a costa el país por primera vez en casi un siglo.

Poco más de una hora antes, el disco solar había empezado a quedar oculto por el satélite natural de la Tierra de acuerdo con la visibilidad en Oregon, en el noroeste del país.

El fenómeno será visible en una pequeña franja de territorio de 113 kilómetros de ancho de oeste a este que cruzará 14 estados.

Doce millones de personas, que viven en este privilegiado corredor, estarán en la primera fila para observar el espectáculo. Los acompañan millones de turistas que se han acercado desde hace varios días a esta diagonal mágica.

En Los Ángeles, miles de personas acudieron al Observatorio Griffith, que corona las colinas cercanas a la ciudad. Muchos caminaron a este lugar de observación para evitar los atascos de tráfico, que colapsaron las vías.

Algunos observadores habían fabricado sus propios proyectores de agujeros de cartón y cinta adhesiva.

En México, donde hubo un eclipse parcial, los amantes de la astronomía instalaron telescopios equipados con filtros solares especiales en parques y plazas de varias ciudades. "Deje el teléfono inteligente y experimente esto emocionalmente, psicológicamente, físicamente, en lugar de simplemente a través de la pantalla", aconsejó el destacado astrofísico estadounidense Neil DeGrasse Tyson.

Delante del Museo del Aire y del Espacio de Washington, lentes especiales son distribuidos entre los transeúntes. Al lado, a lo largo del National Mall niños y adultos se encuentran ya apostados con los ojos dirigiéndose al horizonte, a la espera de presenciar el fenómeno en toda su magnitud.

En Carolina del Sur, donde acabará el eclipse su travesía, se esperan dos millones de visitantes, en un estado que cuenta con 5 millones de habitantes.

Los turistas ruegan que el clima se mantenga clemente y permita una buena observación del firmamento. "No importa realmente si vemos o no el eclipse. Nos permitió poner un alfiler en el mapa" y viajar, dice Nick Willder, un británico de 59 años.


La creencia popular atribuía los eclipses a dragones y vampiros

Un dragón se comió el sol o quizás lo hizo un sapo gigante, o un demonio. ¡Tal vez fuera un vampiro! Cuando el cielo se oscurecía en pleno día, las sociedades antiguas atribuían los eclipses solares a las más voraces criaturas.

Antes de desarrollar la ciencia, los seres humanos se servían de las supersticiones para explicar aterradores fenómenos como la repentina noche en pleno día, el descenso de las temperaturas y el silencio de los pájaros durante un eclipse total de sol.

Durante la antigüedad en China, las personas golpeaban tiestos para asustar al dragón que se había tragado el sol. Los aborígenes australianos tenían un chamán que lanzaba piedras sagradas y bumeranes al demonio.

"En general, los eclipses solares, en la era precientífica eran considerado como un mal augurio", comenta Robert Massey, director ejecutivo interino de la Real Sociedad Astronómica de Londres.

"Eso no es sorprendente, si uno no sabía lo que estaba pasando, es fácil imaginar por qué se preocupaban tanto", dijo a la AFP.

Recién cuando se pudo predecir de manera precisa el trayecto de la Luna en torno a la Tierra y de la Tierra en torno al Sol y las distancias entre los tres cuerpos, los eclipses totales se volvieron algo menos alarmante.

Pero este proceso tardó milenios.

Los eclipses solares totales son un enigma difícil de resolver, ya que para que sucedan es necesario un alineamiento raro entre el Sol, la Luna y la Tierra.

La Luna orbita en torno a la Tierra en un ángulo ligeramente inclinado, por lo que la mayoría de las veces pasa o muy arriba o muy abajo como para cubrir al sol.

Pero más o menos una vez cada 18 meses, nuestro satélite pasa en el plano preciso para bloquear la luz del sol y proyectar la sombra sobre nuestro planeta.

martes, 8 de agosto de 2017

A 48 años de la llegada del hombre a la Luna: Por qué nadie volvió desde el proyecto Apolo

“Bob, soy Gene. Estoy en la superficie, y como doy el último paso del hombre en esta superficie, de vuelta a casa por algún tiempo -aunque no hasta un futuro muy lejano-, simplemente me gustaría decir algo para la historia. Este desafío estadounidense de hoy forjó el destino del hombre del mañana. Y, al salir de la Luna, nos vamos como vinimos y, si Dios quiere, como volveremos, con paz y esperanza para toda la humanidad. Que Dios acompañe a la tripulación del Apolo 17”.

Las palabras pertenecen a Eugene Cernan, el último astronauta en pisar la Luna el 11 de diciembre de 1972. En su discurso de despedida, no obstante, hubo un error de proyección. El futuro no tan “lejano” al que se refirió se convirtieron en 45 largos años del hombre alejado del satélite.

Apolo 17 fue la última misión enmarcada en un programa masivo que comenzó durante la gestión de Dwight Eisenhower. El entonces presidente no consideraba prioridad el envío de seres humanos al espacio. Sin embargo, el 12 de abril de 1961 llegaría el punto de inflexión: la Unión Soviética ponía por primera vez en la historia a un hombre -Yuri Gagarin- en órbita.

Desde 1972, el hombre no llegó a la Luna

El presidente entrante John F. Kennedy tomó nota y le pidió con urgencia un análisis de situación a su vicepresidente para que Estados Unidos recuperara el liderazgo en la exploración del espacio. Lyndon Johnson estipuló que la llegada del hombre a la Luna sería la hazaña inamovible, la gesta máxima. Confiado, el 25 de mayo, Kennedy anunció que EE.UU iría a la Luna antes de terminada la década.

Desde ese momento, el programa Apolo recibió un financiamiento sin precedentes para lograr la proeza. En su pico, en 1966, la agencia contó con el 4,4% del presupuesto federal; unos 5.933 millones de dólares. “El administrador de NASA James Webb estimó el costo total del programa en unos 25.000 millones de dólares, que es lo que salió finalmente -unos 170 mil millones al costo actual-”, comentó a Infobae Gustavo Romero, investigador superior del CONICET, profesor titular de Astrofísica Relativista en la UNLP y expresidente de la Asociación Argentina de Radioastronomía.

La Guerra Fría, que comenzó como una carrera armamentística, se trasladó a los confines del universo. El espacio pasó a ser una demostración pública de poder, de capacidad tecnológica y militar. Una vez que Apolo 11 aterrizó con éxito el 20 de julio de 1969, con la repercusión mundial que aún hoy tiene, la hazaña ya estaba cumplida. El interés por explorar la Luna se disipó poco a poco.

Richard Nixon se negó a financiar los enormes costos del programa y lo canceló cuando aún restaban tres misiones por desarrollar (Apolo 18, 19 y 20). A su vez, suspendió el proyecto para establecer una base lunar para fines de los 70 y resquebrajó la quimera de colonizar Marte en los 80. “Las decisiones se tomaron en el contexto de la retirada de USA de Vietnam y del descongelamiento de las relaciones con China. El resultado fue que ya no se volvería a la Luna. De hecho, la capacidad tecnológica para hacerlo se perdió”, agregó Romero.

En su lugar, Nixon proyectó horizontes más cercanos como el programa del transbordador espacial. Cuando la NASA se centró en tal objetivo, las misiones lunares desaparecieron. Dejaron de fabricar cohetes Saturn V y los ya construidos se ubicaron como exhibiciones de museos.

“El poco apoyo mediático que empezaba a tener el proyecto Apolo, contrastado con el alto riesgo que implica una misión tripulada (y el costo económico) hicieron fijar objetivos más cercanos. A su vez, los objetivos científicos planteados se habían cubierto con creces. Por eso, el dinero se enfocó en otros proyectos”, explicó a Infobae Gabriel Bengochea, cosmólogo del Instituto de Astronomía y Física del Espacio (CONICET-UBA).

En 1971, la Casa Blanca quiso cancelar el programa después de Apolo 15. La NASA pudo llevar adelante dos misiones más. El geólogo Harrison Schmitt, que se había entrenado para Apolo 18, aceleró el proceso y se subió al 17 para responder a la presión de la comunidad científica por enviar uno de los suyos.

Desde entonces, desde 1972, nadie pisó la Luna. “El gobierno de USA ya no tiene razones estratégicas de peso para hacerlo. La razón, lamentablemente, es una vez más política y no científica ni económica: una cuestión de prestigio nacional y mostrar que ‘podemos’”, remarcó Romero.

La ambición por demostrar “poder” se cumplió. Se alcanzó la Luna. Siguiente página. Hoy la NASA tiene en mente objetivos aún más ambiciosos como la conquista de Marte. Los 19.508 millones de dólares de presupuesto anual se destinan, en gran parte, a ello. En cambio, hay interés privado por volver. “Los móviles científicos y económicos acaso puedan hacer que se vuelva”, dijo el especialista. “Es probable que los próximos seres humanos en ir a nuestro satélite sean chinos”.