viernes, 4 de diciembre de 2015

El LISA Pathfinder inicia su misión en busca de las ondas gravitacionales

El satélite científico europeo LISA Pathfinder despegó ayer, dando inicio a una misión pionera que busca captar directamente por primera vez las ondas gravitacionales y así, a largo plazo, contribuir al estudio de supernovas y agujeros negros.

Con un día de retraso por un incidente técnico, el artefacto despegó a bordo de un cohete Vega del puerto espacial de la localidad de Kourou, en la Guayana Francesa, a las 4:04 GMT, según confirmó el centro de operaciones de la Agencia Espacial Europea (ESA), situado en la ciudad alemana de Darmstadt.

El satélite se desacopló del cohete a las 5:50 GMT, con éxito y según lo previsto, culminando la primera fase de un complejo proceso de alejamiento progresivo, de camino hasta su posición final a 1,5 millones de kilómetros de la Tierra.

"Hemos recibido con éxito la primera señal del LISA Pathfinder. Estamos extremadamente contentos", aseguró minutos después de la separación el director de Vuelo del centro de operaciones de la ESA, Andreas Rudolph.

Los próximos 10 días serán claves para seguir alejando de forma progresiva al LISA Pathfinder de la Tierra y durante este período la ESA tiene previstas una serie de maniobras críticas que implicarán a 50 científicos trabajando a turnos de día y noche.

Hasta el 11 de diciembre, se encenderán seis veces los módulos de propulsión del satélite, haciendo que tras cada ocasión la órbita elíptica que trace la nave sea mucho más amplia.

Una vez concluida esta fase, la nave volverá un mes después a encender sus módulos de propulsión para continuar su ruta en dirección al Sol, hasta alcanzar a finales de enero el denominado Punto Lagrange 1.

Este lugar es idóneo para los experimentos del LISA Pathfinder, pues es donde las fuerzas de gravedad de la Tierra y el Sol se contrarrestan, anulando esas interferencias.

El director de Ciencia y Exploración Robótica de la ESA, Álvaro Giménez, destacó que entonces empezará "el reto para los científicos", pues esta "nave muy especial" está "intentando algo que nunca antes se ha probado".

El corazón de la misión son dos masas cúbicas idénticas, de 46 milímetros de lado y dos kilos, hechas de una aleación de oro y platino, que flotan en el interior de un complejo mecanismo que las mantiene aisladas y controla todas las condiciones externas.

El objetivo es medir con la máxima precisión (hasta el picometro, la trillonésima parte de un metro) cómo se comportan estas masas, dispuestas a una distancia constante de 38 centímetros, y detectar cualquier diferencia entre ellas, ya que sin influencia exterior deberían moverse en perfecta sincronía.

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