El estudio, liderado por el astrofísico del Instituto Carnegie de Washington (EEUU) Paul Byrne, sugiere que las estructuras geológicas que se observan en la corteza de Mercurio son el resultado de una pronunciada contracción debida al enfriamiento.
El equipo de Byrne ha analizado las cordilleras y las fallas en la superficie del planeta más cercano al Sol a través de las imágenes tomadas por la sonda Messenger, en órbita alrededor de Mercurio desde 2011. Los datos que ha proporcionado en los últimos años la sonda de la Nasa son los primeros que llegan desde las cercanías de Mercurio tras los que envió la Mariner 10 entre 1974 y 1975.
A partir de la información de la Messenger, los investigadores han recalculado los desplazamientos que ha sufrido la corteza de Mercurio, un planeta que rota tan lentamente sobre sí mismo que sus días solares son tan largos como la mitad de un año.
Es además un planeta extremadamente denso, con un gran núcleo de hierro de 2.020 kilómetros de radio, mientras que el manto y la corteza miden tan solo 420 kilómetros. Según los científicos, las estructuras geológicas que se aprecian en la superficie son fracturas y deformaciones en la litosfera.
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