domingo, 16 de diciembre de 2012

Contacto alienígena en los Andes

Luis Fernando Mostajo, hoy arquitecto, tenía 13 años cuando, asegura, vio por primera vez una nave extraterrestre. En aquella época su familia radicaba en Perú; cuenta que él, su madre y otros amigos fueron contactados telepáticamente por seres provenientes de otros planetas.

“Fuimos contactados al mejor estilo de Steven Spielberg”, dice hoy entre risas, pero ése fue el evento que cambiaría el resto de su vida. Recibieron información sobre la fecha, hora y lugar para un avistamiento. El sitio era un lugar de la sierra peruana, al sur de ese país.

Corría el año 1977 y eran las ocho de la noche cuando él, su madre y más de una decena de personas llegaron al sitio indicado y vieron, a lo lejos, un objeto de forma lenticular que se desplazaba por encima de los cerros. Era de color amarillo y jugaba con la intensidad de su propia luz, explica.

“Se encendía repentinamente como un foco, iluminando todo el entorno como si fuese de día, apagando nuevamente la intensidad de su luminosidad y permitiendo que se vea nuevamente su forma. Reiteró repetidas veces esta operación hasta hacerse cada vez más pequeño y desaparecer”, evoca Mostajo.

A pesar de su corta edad, sabía que algo extraordinario estaba sucediendo. El objeto desapareció, pero había otro, justo encima de donde ellos se encontraban. Era de color naranja, de forma cilíndrica y estaba estático, suspendido en el espacio. “Sentimos como una emanación de energía que nos aquietó y nos dejó tranquilos. La mayoría del grupo estableció una comunicación telepática con ellos”, cuenta.

Mostajo afirma que recibieron el mensaje de que la presencia de seres de otros planetas era muy antigua y que la Tierra no desaparecería, pero que se había iniciado ya un ciclo de cambio y transformación. Los seres humanos despertarían a una conciencia distinta tanto en lo físico como en lo espiritual y mental.

Había información específica que los extraterrestres debían compartir con los seres humanos, pero para poder transmitirla era necesario preparar a los receptores y entregarles primero que nada técnicas y herramientas para que perdieran el temor a lo desconocido y controlaran sus emociones, agrega.

El temor

Una de las razones por las cuales en aquella oportunidad estos seres de otro mundo no descendieron de sus naves fue el temor que se había generado en los cuerpos físicos y emocionales de los humanos que habían acudido a reunirse con ellos. Les enseñaron a tener mayor confianza en sí mismos, a desarrollar una fortaleza espiritual distinta y a descubrirse como “una verdadera herramienta divina, despertando nuestro sexto sentido o lo que son nuestros sentidos espirituales”, explica.

La aventura que Mostajo asegura haber iniciado aquella noche de 1977 no ha terminado hasta hoy.

Es uno de los llamados “contactados” por seres de otros planetas y ha contado su experiencia en diferentes libros, seminarios y conferencias que dicta en diferentes países del mundo.

Acaba de publicar su último libro, Tres días con los maestros de la Abadía de los Siete Rayos, para compartir y difundir todo lo que, dice, le fue transmitido: que la humanidad tiene la capacidad de superar el hambre, la enfermedad, la pobreza y todo lo que hoy todavía la aqueja.

Mostajo es un hombre discreto, pero no teme hablar acerca de su experiencia. Sostiene que hoy en día son más bien excepcionales quienes no se dan cuenta de los cambios que se están dando en el mundo.

Más allá de la aventura, de la anécdota y un viaje que parece fantástico, está lo que Mostajo considera los más importante: un mensaje alternativo y de esperanza, porque “hay civilizaciones que han superado los problemas que nosotros como humanidad nos encontramos atravesando y, como ellos, nosotros como seres humanos podemos lograrlo. Y alternativo porque la manera en que estos seres sugieren que podemos inclinar la balanza de los acontecimientos presentes a favor nuestro es mediante el despertar de conciencia individual”.

Viaje a otro mundo

La experiencia de este boliviano trasciende, afirma, el mero avistamiento de ovnis.

Según cuenta, tuvo la oportunidad de conocer una ciudad en el planeta Venus, de ver cómo vivían las criaturas de un mundo más avanzado y “evolucionado” que el nuestro. Llegó hasta ese planeta no en una nave, sino a través de un portal interdimensional de energía lumínica “que les permite a ellos acelerar tu estructura atómica molecular, desmaterializarte y proyectarte a donde ellos te están esperando”, dice.

Sostiene que la sociedad venusiana, cuya población está compuesta en un 65% de mujeres, ha superado ya los conflictos y problemas que padece la humanidad; sus habitantes poseen una conciencia despierta y no conocen el hambre ni la pobreza; si bien mantienen su género, han trascendido el goce físico trocándolo por la entrega espiritual. “Cuando tú despiertas a la conciencia cambiando tu vida, haces que este mundo sea mejor. Compartir este mensaje trae consigo el despertar de una conciencia grupal diferente y entonces es posible hablar de cambios en la humanidad, que es lo que estos seres están proponiendo y propiciando”, afirma.

El despertar de conciencia implica, según Mostajo, el conocimiento de las leyes de la naturaleza, de la armonía y la energía que se traduce en la ampliación del “campo áurico” o electromagnético de cada ser humano; de esta manera se hace importante el bienestar colectivo además de solamente el individual o el del entorno más cercano.

“Mientras más evolucionado es un ser, mayor es su ‘campo aúrico’ y mayor su responsabilidad y misión que no tienen que ver, como en nuestro caso, con la propia vida y con la vida de la propia familia, sino también con círculos y ciclos humanos cada vez mayores, no existen límites”, explica.

La experiencia extraterrestre de este arquitecto boliviano es parecida a la de otros contactados que, como él, comparten lo vivido con otras personas.

En una zona intraterrestre
Fernando Mostajo asegura que visitó también una zona intraterrestre, también llamada de “retiro interno”, en el lago Menor del Titicaca, que está poblada de seres semejantes a los humanos, pero con la conciencia plenamente despierta. Descienden de los atlantes, afirma, y crearon centros iniciáticos como Tiwanaku, Cusco o Nazca.

Agrega que ese espejo de agua es artificial y que se hizo para proteger el Templo Mayor de Tiwanaku, hoy subacuático, que conserva la historia del planeta para las venideras generaciones.

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