domingo, 30 de septiembre de 2012

Los secretos del tarot

La lectura de cartas españolas, del tarot, de la borra de café o las hojas de coca para muchos no son más que tonterías; para otros, una forma de entretenerse; pero también hay gente para la que este tipo de lecturas es algo muy serio y, al menos en La Paz, no son pocos.

Cynthia es dueña de una boutique en la Galería San Miguel Arcángel, del barrio de San Miguel. Vende prendas de vestir, zapatos y bijoutería. Al fondo, más allá del mostrador, hay una mampara, detrás de la cual hay un sillón, una pequeña mesa redonda y una silla. Allí atiende a otro tipo de clientela. Sobre la mesa, hay un mazo de cartas de tarot.

Esta madre de cuatro hijos apenas se acuerda cuándo nació su fascinación por leer las cartas. “Fue a los 14 ó 15 años”, dice. Entonces, sin que nadie se lo pidiera, tomaba las cartas de juego normales y, en lugar de jugar con alguna amiga, se dedicaba a descifrar los secretos del destino en el azar.

Los años pasaron y un día su madre se vio en la urgencia de viajar a Brasil por un problema de salud. Cynthia la acompañó y, en el tiempo que su madre tuvo que permanecer en el vecino país, se inscribió en un curso para aprender a leer el tarot.

“Tomé un curso de tarot, pero también de velas, de todo”, evoca. Su madre regresaba al Brasil periódicamente; Cynthia iba con ella y seguía adelante con su formación de tarotista. Empezó a leer las cartas en Bolivia y se dio cuenta de que sus lecturas eran acertadas.

Con el tiempo y la experiencia fue aceptada en la Asociación de Tarotistas del Brasil.

Brujerías y maleficios

Hoy cuenta con una clientela importante. El tarot orienta y previene, asegura.

“Nos señala qué camino tomar, qué es mejor para nosotros, nos indica qué es lo que nos está pasando y cómo podemos reaccionar ante ciertas cosas que nos pueden pasar en la vida, en los sentimientos, en el trabajo y en la salud”, afirma.

Pero además de leer el tarot también trabaja con velas, con baños de limpieza y otros múltiples rituales.

Sostiene que la brujería es moneda común en la sociedad paceña y ella, cuando la buscan, se ocupa de deshacer hechizos, maleficios, trancas y amarres.

Una brujería puede afectar seriamente la suerte y hasta la salud de la persona embrujada. Sin embargo, a veces no hace falta más que un mal deseo hacia otra persona para enrevesar su destino.

“Todos tenemos un aura, que es como una protección que tenemos alrededor de nuestro cuerpo físico. Está hecho de siete colores y siete energías. Cuando te envían malos pensamientos, malas energías, hechizos y brujerías, eso afecta tu energía, que se bloquea y las cosas que deberíamos hacer ya no nos salen bien. Algunas brujerías que se mandan incluso pueden causar enfermedades y hasta la muerte”, sostiene.

Efecto bumerang

Así las cosas, podría pensarse que una brujería es un buen arma contra cualquier enemigo o adversario. Pero Cynthia advierte que no se trata de una buena idea. “Todo lo que haces es un bumerang. Si tú mandas cosas negativas al universo, el universo te devuelve tu energía negativa, cosas multiplicadas por siete. Si le mandas algo malo a alguien, le va a afectar, pero eso vuelve a ti y te va a afectar siete veces más y si mandas cosas positivas, te va siete veces mejor”, explica.

A Cynthia no le da miedo leer el tarot y tampoco teme enfrentarse a los hechizos más duros.

“Sé que estoy ayudando a las personas y eso me hace sentir bien”, dice y cuenta que en una oportunidad una señora la consultó por la salud de su esposo. En esa ocasión no había embrujo alguno, pero sí vio que la vida del hombre corría peligro. Leyó que en Bolivia no encontraría la forma de mejorar su situación: debía salir fuera del país para encontrar ayuda.

“La señora se demoraba y se demoraba hasta que al final su esposo se puso peor. Recién entonces la señora tomó la decisión de llevarlo al extranjero”, afirma.

En otra oportunidad, la buscó una mujer mayor que padecía una extraña afección. Las manos se le torcían, se le contraían con dolor y ningún médico podía dar con su enfermedad.

“Le daban calmantes, tranquilizantes, pero a cierta hora del día el dolor regresaba”, recuerda Cynthia, quien de inmediato reconoció lo que estaba sucediendo. “Era una brujería y el embrujo estaba dentro de un colchón”, cuenta. La mujer la escuchó, pero no regresó hasta varias semanas después.

“En su casa, la señora había sacado por casualidad un colchón para alojar a su hijo que estaba de visita y lo puso en el piso. Pensó que debajo del colchón había un zapato y, cuando vio que no había nada, empezó a revisar el colchón. Estaba cocido a los lados con un hilo rojo pata de gallo y se dio cuenta que había algo al medio del mismo. Deshizo el colchón y se encontró con un envoltorio, una enorme bosta de vaca dura, envuelta en chulos”, narra.

Así, la mujer se percató de que lo que decía Cynthia era verdadero. “Hemos empezado a trabajar, hemos quemado el envoltorio y lo hemos ido a botar al río. Los dolores y la contracción de los músculos y tendones de las manos desaparecieron para siempre”, asegura.

Hechizos irreversibles

Cuando se trata de un embrujo demasiado fuerte, Cynthia le pide ayuda a una amiga que la asiste en los rituales más pesados.

Los maleficios más difíciles de deshacer son los que provienen de prácticas como la macumba o el vudú.

Pero hay otros hechizos, asegura, que tienen una “fecha de vencimiento”. Ésos, según explica esta mujer versada en asuntos de magia, son los peores. No sólo son difíciles de deshacer, sino que después de una fecha determinada son irreversibles y no hay poder humano que pueda cambiarlos.

Ése fue el caso de José (nombre ficticio), que en su juventud, justo antes de irse a estudiar al extranjero, tenía una novia que se enamoró locamente de él. José no tenía intenciones de continuar con la relación, pero su novia no se conformó con esa decisión. Embrujó a José para que, en el extranjero, no tuviera ojos para ninguna otra mujer.

Para ese fin, clavó dos alfileres en los ojos de un sapo. El embrujo no le sirvió a la muchacha; José no regresó, sino muchos años después, pero con graves problemas en la vista. En uno de sus ojos le salió una especie de tumor que nadie podía explicar y que, a pesar de incontables tratamientos, prácticamente le quitó la vista del ojo en cuestión. Cuando Cynthia lo vio, el daño ya estaba hecho y la fecha límite en que aún podía revertirse el daño había fenecido.

¿Hay mucha gente en La Paz que hace ese tipo de brujerías?, pregunta Miradas. “Sí, mucha”, contesta. “Pero a esa gente tampoco le va nada bien, porque se ocupa de cosas negativas, malvadas y, al final, toda esa maldad se queda con ellos”.

Cuando se trata de revertir una brujería, también la persona afectada puede dar de su parte. “La mente es muy poderosa. Hay que llenarse de pensamientos positivos y de una buena actitud hacia lo que a uno le rodea para irse limpiando de toda negatividad”, afirma.

Al trabajar con temas relacionados a la negatividad, también Cynthia debe protegerse a través de ciertos rituales.

“Tengo mis guías y maestros que me protegen y muchas veces son ellos quienes me muestran dónde debo buscar para encontrar algún embrujo antes de que ocurra la fecha de vencimiento”, dice.

Pero no solamente se protege ella misma, sino también a quienes la rodean. “A mis hijos les tengo que poner pantáculos en sus camas. Son unos pantáculos griegos que hay para cada persona y que brindan protección”, cuenta.

Sus hijos están acostumbrados a los quehaceres de su madre, pero hace un tiempo sus hijas adolescentes se hicieron cristianas, por lo que instan a Cynthia a ocuparse de acercar a sus clientes a Dios, mediante las lecturas del tarot.

“Sería súper bueno, mami, que ayudes a la gente a acercarse a Dios”, le sugieren. “Sí”, contesta ella. “Sí trabajo con eso, porque lo que hago son cosas positivas, pero no todo el mundo es cristiano; hay otros que no creen ni en Dios y no puedo obligar a nadie a convertirse al cristianismo”, explica.

se dio cuenta que había algo al medio del mismo. Deshizo el colchón y se encontró con un envoltorio, una enorme bosta de vaca dura, envuelta en chulos”, narra. Así, la mujer se percató de que lo que decía Cynthia era verdadero. “Hemos empezado a trabajar, hemos quemado el envoltorio y lo hemos ido a botar al río. Los dolores y la contracción de los músculos y tendones de las manos desaparecieron para siempre”, asegura. Hechizos irreversibles Cuando se trata de un embrujo demasiado fuerte, Cynthia le pide ayuda a una amiga que la asiste en los rituales más pesados. Los maleficios más difíciles de deshacer son los que provienen de prácticas como la macumba o el vudú. Pero hay otros hechizos, asegura, que tienen una “fecha de vencimiento”. Ésos, según explica esta mujer versada en asuntos de magia, son los peores. No sólo son difíciles de deshacer, sino que después de una fecha determinada son irreversibles y no hay poder humano que pueda cambiarlos. Ése fue el caso de José (nombre ficticio), que en su juventud, justo antes de irse a estudiar al extranjero, tenía una novia que se enamoró locamente de él. José no tenía intenciones de continuar con la relación, pero su novia no se conformó con esa decisión. Embrujó a José para que, en el extranjero, no tuviera ojos para ninguna otra mujer. Para ese fin, clavó dos alfileres en los ojos de un sapo. El embrujo no le sirvió a la muchacha; José no regresó, sino muchos años después, pero con graves problemas en la vista. En uno de sus ojos le salió una especie de tumor que nadie podía explicar y que, a pesar de incontables tratamientos, prácticamente le quitó la vista del ojo en cuestión. Cuando Cynthia lo vio, el daño ya estaba hecho y la fecha límite en que aún podía revertirse el daño había fenecido. ¿Hay mucha gente en La Paz que hace ese tipo de brujerías?, pregunta Miradas. “Sí, mucha”, contesta. “Pero a esa gente tampoco le va nada bien, porque se ocupa de cosas negativas, malvadas y, al final, toda esa maldad se queda con ellos”. Cuando se trata de revertir una brujería, también la persona afectada puede dar de su parte. “La mente es muy poderosa. Hay que llenarse de pensamientos positivos y de una buena actitud hacia lo que a uno le rodea para irse limpiando de toda negatividad”, afirma. Al trabajar con temas relacionados a la negatividad, también Cynthia debe protegerse a través de ciertos rituales. “Tengo mis guías y maestros que me protegen y muchas veces son ellos quienes me muestran dónde debo buscar para encontrar algún embrujo antes de que ocurra la fecha de vencimiento”, dice. Pero no solamente se protege ella misma, sino también a quienes la rodean. “A mis hijos les tengo que poner pantáculos en sus camas. Son unos pantáculos griegos que hay para cada persona y que brindan protección”, cuenta. Sus hijos están acostumbrados a los quehaceres de su madre, pero hace un tiempo sus hijas adolescentes se hicieron cristianas, por lo que instan a Cynthia a ocuparse de acercar a sus clientes a Dios, mediante las lecturas del tarot. “Sería súper bueno, mami, que ayudes a la gente a acercarse a Dios”, le sugieren. “Sí”, contesta ella. “Sí trabajo con eso, porque lo que hago son cosas positivas, pero no todo el mundo es cristiano; hay otros que no creen ni en Dios y no puedo obligar a nadie.

Nos señala qué camino tomar, qué es mejor para nosotros, nos indica qué es lo que nos está pasando y cómo podemos reaccionar ante ciertas cosas que nos pueden pasar en la vida, en los sentimientos, en el trabajo y en la salud.


Todos tenemos un aura, que es como una protección que tenemos alrededor de nuestro cuerpo físico. Está hecho de siete colores y siete energías. Cuando te envían malos pensamientos, malas energías, hechizos y brujerías, eso afecta tu energía, que se bloquea y las cosas que deberíamos hacer ya no nos salen bien.


Las cartas favoritas y los rituales
Las cartas del tarot de Cynthia son grandes y están gastadas por el uso.

“Las tengo desde hace como seis o siete años”, cuenta y afirma que las cartas que más le gustan son “ la carta de la realización y la del sol. La del sol representa la familia, los hijos, el éxito, y la otra, que es la realización, te anuncia que te va ir súper bien en todo lo que quieras hacer. La peor carta del tarot es la de la torre”.

Algunos rituales que receta Cynthia son largos y requieren cierta constancia.

“Hay todo tipo de rituales, dependen del caso”, comenta; en algunas ocasiones incluso es necesario pedir algunos materiales, por ejemplo, determinadas hierbas a Brasil.

Algunas veces se encienden velas por las noches, durante 21 días. En ocasiones los rituales llevan tres o cuatro meses e incluyen velas blancas especiales para cortar lo negativo, cintas y círculos de protección, baños e inciensos.

Cynthia trabaja además con la astrología y con el Feng Shui. “En realidad, todo se puede cambiar, pero muchas veces las personas no quieren cambiar y aceptan su mala suerte”, dice finalmente. (Contacto: 70505222 – 2774397).

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