martes, 14 de agosto de 2012

Expedientes X bolivianos

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Un ovni. Pero muchos de los supuestos avistamientos han resultado ser un fraude.
“¿Qué si hay extraterrestres? Basta levantar la mirada una noche y ponerse a mirar el cielo. Hay tantas estrellas, tantas galaxias. ¡Es imposible que estemos solos!”, dice Javier Cárdenas, aficionado a la ufología.

“Y no es que haya unos pocos, ¡hay muchísimos extraterrestres!”, añade. ¿Usted ha visto alguno?, le pregunto. “He visto luces”, contesta. “Hace poco, a las 6:00, vi luces que volaban de un lado a otro; no era un avión ni un helicóptero. Otra vez, venía de Santa Cruz y vi un objeto en forma de cigarro que volaba a una velocidad que tampoco era la que correspondía, me quedé estupefacto”, cuenta.

Los avistamientos de objetos voladores no identificados se han multiplicado en los últimos tiempos. Muchos se revelan como imposturas, pero la fascinación por una vida inteligente fuera de nuestro plantea es cada vez más extendida.

Abundan las historias en torno a supuestas pruebas y eventos que dan cuenta no solamente de la existencia de seres extraplanetarios, sino de su posible presencia en la Tierra. Los medios de comunicación informan sobre presuntos avistamientos de objetos extraños en el cielo. Anuncian la desclasificación de archivos secretos en torno a contactos y evidencias de la existencia de extraterrestres. Sin embargo, hasta ahora nada ha sido comprobado.

“Hay contacto entre la Tierra y seres de otros planetas. ¿Cómo se explica si no que tecnología de la que disponen los humanos en los últimos cien años se haya desarrollado a una velocidad mayor que en milenios enteros?”, pregunta Cárdenas. “Hay información que viene de otro sitio, de seres más avanzados que nosotros”, agrega.

“Esto no viene de ayer. La verdad se está revelando y es un proceso que se ha iniciado desde hace décadas, nosotros conocemos la información desde los 70”, dice Juan Choque, del grupo Alfa y Omega, que profesa la presencia de extraterrestres, a quienes él llama “hermanos mayores” en la Tierra.

Un misterio en Tarija

“Corría el año 1977, yo tenía unos 13 años”, cuenta Rita Castrillo. “Estábamos en la finca de mi abuela Candy, en Tarija, aproximadamente a unos 40 kilómetros del pueblo de Padcaya; de repente, la Tierra tembló. Mi abuela de inmediato sacó el rosario y empezó a rezar”, rememora.

Poco después, varios comunarios llegaron a la finca de la abuela . “Estaban asustados y nadie podía explicar lo sucedido. La atmósfera se nubló de humo. A las diez u once de la mañana del día siguiente parecían las seis y media de la tarde. Todos especulaban, algunos decían que, seguramente, era un castigo divino; entonces, Candy aprovechaba para que todo el mundo rece el rosario”, cuenta.

La humareda se mantuvo por varios días más. “Había un fulgor rojo en el horizonte y no era el color del crepúsculo”, comenta Rita. Ella y su abuela permanecieron en la finca por varios días más antes de retornar a Tarija en camión, con la carga de naranjas que se había cosechado en la propiedad. En el camino se toparon con militares que les impidieron el paso por Padcaya. “Nos dijeron que había caído un meteorito”, asegura.

Bob Pratt, ufólogo

Cuando llegaron a Tarija, Rita se encontró con una visita en su casa. Era un periodista estadounidense que había contratado los servicios de intérprete de su madre. Estaba investigando el suceso acontecido en las cercanías de Padcaya.

“Se llamaba Bob Pratt”, dice de repente. “Se quedó en Tarija por cerca de cuatro meses. Él y mi madre se hicieron amigos; hablaban de que gente de la NASA había llegado a Tarija y obstaculizaba la investigación de Pratt, pero él ya sabía que lo que había caído en el campo tarijeño no era un meteorito, sino una nave extraterrestre”, afirma. Miradas confirmó que Bob Pratt, fallecido en 2005, fue un conocido periodista del National Enquirer, especializado en ovnis.

Un capitán de la FAB

Atilio Montero Vásquez, coronel jubilado de la Fuerza Aérea Boliviana (FAB), entonces con grado de capitán, recibió la orden de trasladarse al lugar de inmediato en una comisión especial conformada por su institución. La comisión llegó hasta el pueblo de Mecoya y se reunió con el corregidor del lugar, quien informó que el suceso se había suscitado en territorio argentino. Cruzaron la frontera y llegaron a un cerro elevado.

“En el cerro había una raya perfecta, como hecha con una regla, era totalmente recta. Medía alrededor de un metro y medio de ancho y tenía medio metro de profundidad. Cuando vimos eso sentimos miedo, no nos queríamos acercar demasiado porque no sabíamos qué era, podía haber células o moléculas con alguna enfermedad o quién sabe qué. Pero éramos jóvenes y nuestra curiosidad pudo más. No había nada adentro ni alrededor, más que tierra completamente calcinada. Lo que llama la atención es que se trataba de una piedra dura, una roca totalmente compacta”, afirma.

Según el militar jubilado, no existía ninguna máquina humana que podría haber producido una raya tan perfecta en ese cerro. La comisión de la FAB recogió un poco de tierra calcinada y retornó a Tarija.

El material fue enviado a un laboratorio y Atilio Montero sostiene que también llegaron extranjeros, periodistas y gente de la NASA. “Al final todo quedó en el olvido”, dice.

¿Usted cree que esa raya o grieta fue producida por alguna nave extraterrestre?, pregunta Miradas. “Claro, porque además se produjo un impacto y una iluminación que se percibieron hasta Bermejo, que estaba a 200 kilómetros del punto de impacto. Al principio nadie sabía exactamente dónde se había suscitado el evento. Con todos los conocimientos que tenemos podemos decir que no hay una explicación humana para lo que pasó”, afirma. Montero presume que podría haberse tratado de una nave extraterrestre que por algún motivo aterrizó o impactó en la Tierra y que logró partir nuevamente hacia el espacio.

Más allá del fenómeno

Alberto Rodríguez (nombre ficticio) vivía en el centro minero de Huanuni. Una noche, al caminar por el pueblo, vio luces extrañas en el cielo que no parecían ser aviones.

Emocionado, se fue a su casa para compartir su experiencia con sus familiares. “Son estrellas errantes”, le dijeron y él se conformó con esa explicación por mucho tiempo. Entonces tenía diez años, pero el recuerdo y la inquietud por el tema se quedaron con él hasta que se convirtió en adulto.

Muchos años después volvió a ocuparse del asunto, cuando decidió encontrar la verdad. Además de interesarse por la existencia de vida extraterrestre, buscaba una verdad espiritual. Leyó los libros sagrados como la Biblia, el Corán y los de otras religiones; se hizo parte de un grupo de meditación, empezó a leer textos sobre la materia y entabló relación con personas que afirmaban tener contacto con seres de las estrellas. La información que recibía de los libros y de la gente del grupo era lo que él había estado buscando y sintió que estaba en el camino correcto.

Empezó a asistir a las actividades del grupo y participó en excursiones al campo o al lago Titicaca. Se hacían prácticas de meditación y avistamientos de naves extraterrestres.

“Eran luces en el cielo”, cuenta Alberto, pero “no me convencían. Yo, de algún modo, esperaba ver una nave espacial grande o algo así”. Algunos integrantes del grupo recibían mensajes extraterrestres y un día decidieron hacer un viaje a un sitio llamado “La abadía de los siete rayos”.

En la abadía

La abadía se encuentra en Perú, cerca de Cusco. Alberto cuenta que se trata de un punto donde lo físico se cruza con lo etéreo. No era un lugar al que se podía llegar con facilidad. La dirección era incierta, se ayudaron con péndulos y fueron asistidos, afirmaban, por un guía extraterrestre. A lo largo del camino recibían mensajes telepáticos. Pero Alberto no sentía ni escuchaba nada. No recibía mensaje alguno y en su travesía por valles y montañas pedregosas empezó a sentir que estaba de más en medio de gente que parecía estar viviendo una experiencia que él no llegaba a compartir. El grupo arribó a un lugar que se encontraba a 4.000 metros de altura sobre el nivel del mar; decidieron que habían llegado y armaron el campamento.

En la distancia, Alberto divisó una montaña alta y erguida que de lejos tenía la apariencia de una torre. Anochecía y decidió inspeccionar el sitio de día. A la mañana siguiente salió de su carpa a plena luz y la montaña en forma de torre ya no estaba. “Sólo había una especie de loma que no era para nada alta”, asegura.

Amor, paz y armonía

Una madrugada, Alberto despertó en su carpa con una sensación extraña en el cuerpo.

“Era una energía que me recorría de la cabeza a los pies, un calor fuerte, una vibración. Y escuchaba unas palabras: era como un eco que se me metía en el cuerpo. Las palabras eran ‘amor, paz y armonía’”, asegura.

“Era como si las palabras y su significado se hubieran hecho realidad en ese momento. Entonces ya no tuve más dudas. Me quedó una sensación de calor en el pecho a la altura del corazón”, cuenta.

En ese momento, Alberto tuvo la certeza de que había una nave afuera, volando por encima de las carpas, pero en lugar de salir a verla se quedó en su carpa porque entonces supo también que lo importante no eran las naves ni la experiencia que un humano pueda tener con criaturas de otros planetas, sino la experiencia interior. Supo que la verdad que buscaba no estaba en las estrellas, ni siquiera en su realidad más inmediata, sino en su interior.

“Al principio uno va detrás del fenómeno, pero muchos mensajes de estos extraterrestres repiten que lo importante no es el contacto con ellos, sino con nosotros mismos. No les interesa que creamos en ellos, lo importante es que creamos en nosotros mismos”, comenta.

Según Alberto, la Tierra se encuentra en un proceso de transformación y de cambio, pero el rostro de ese cambio se definirá por el poder y la voluntad de los seres humanos. Existen anuncios, profecías de destrucción, pero, citando al peruano Sixto Paz, entendido en estos asuntos, “las profecías están ahí no para cumplirse, sino para ser evitadas”.

“De hecho, están pasando cosas muy interesantes. Ha habido terremotos muy poderosos en México, en Chile, que sin embrago han dejado muy pocas víctimas”, comenta. La conciencia, el cambio interior de los seres humanos, puede evitar que la transformación que se produce hoy en la Tierra sea catastrófica para la humanidad.

Alberto explica que existen múltiples planetas donde hay vida, como Ganímedes, un astro cuyos habitantes llaman Morlen.

Existe vida en Venus, en otras galaxias y una Confederación de Planetas Evolucionados de la cual la Tierra aún no es parte, asevera con convicción.

Bob Pratt se quedó en Tarija por cerca de cuatro meses. Él y mi madre se hicieron amigos; hablaban de que gente de la NASA había llegado a Tarija y obstaculizaba la investigación del ovni.

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