domingo, 17 de marzo de 2013

La verdadera historia del contacto extraterrestre de 1967

El encuentro con otra civilización inteligente tendría tal impacto en la Humanidad que es difícil calcular sus consecuencias. No sólo transformaría nuestra cultura y tecnología, sino que, posiblemente, cambiaría la forma en la que entendemos lo más profundo del ser humano, nuestro origen y nuestro destino.

Sin embargo, ¿estamos preparados para responder adecuadamente a un saludo tan extraordinario? La comunidad internacional acordó en los años 90 un “protocolo de detección” que establece los pasos que se deben seguir en caso de producirse un contacto extraterrestre.

Hace ahora un año, científicos de distinguidas universidades firmaban un artículo en una publicación científica de la Royal Society británica en el que advertían a los gobiernos del mundo de la necesidad de trabajar más en estos planes de reacción, especialmente si los visitantes fuesen violentos.

Pero el debate sobre cómo manejar tremendo encuentro no es nuevo. Alan Penny, de la Universidad de Saint Andrews, en Escocia, ha publicado recientemente en arXiv.org la historia de un incidente real ocurrido en 1967, en el que se consideró seriamente la posibilidad de un contacto con civilizaciones extraterrestres.

Todo sucedió cuando astrónomos del observatorio de Cambridge descubrieron los púlsares, estrellas de neutrones giratorias que producen pulsos de radio. El equipo que realizó el descubrimiento estaba dirigido por Anthony Hewish, que más tarde recibió el premio Nobel por el trabajo.

Los científicos estaban tan asombrados que durante algunas semanas consideraron la posibilidad de que las señales estuviesen generadas en un planeta que orbitaba alrededor de una estrella lejana, y que esas señales tuvieran un origen artificial.

Las señales regulares estaban en la misma posición del cielo cada día. En los siguientes meses aparecieron otras tres fuentes de señales regulares. Para entonces, los científicos ya descartaron que tuvieran un origen artificial. Eran estrellas de neutrones. El hallazgo fue anunciado en febrero de 1968 y apareció publicado en la revista Nature.

Dar una respuesta

Pero hasta que no se descartó, según la documentación recogida por Penny, el equipo debatió qué hacer si se trataba de una fuente artificial, cómo verificar esa conclusión y cómo anunciarla. Incluso se discutió sobre si el hallazgo podría ser peligroso y sobre si se iba a contestar a las señales.

De esta forma, según el autor, el equipo se había adelantado a algunos de los componentes del protocolo establecido en el programa SETI de búsqueda de vida extraterrestre inteligente y a otros protocolos establecidos hace unos 20 años. Penny advierte de que la comunidad internacional todavía tiene que ponerse de acuerdo sobre cómo debe ser esa respuesta.

La transformación de los alimentos que ingerimos
De los alimentos se obtienen tres tipos de sustancias: carbohidratos, que se oxidan cuando se necesitan o, si sobran, se almacenan en forma de glucógeno; grasas, que se oxidan y se almacenan, y proteínas, que pueden formar tejidos, oxidarse o participar en la síntesis de aminoácidos y grasas. Los alimentos oxidados producen calorías. Un gramo de carbohidratos o un gramo de proteínas produce cuatro calorías, y un gramo de grasa produce nueve.

No hay comentarios:

Publicar un comentario