Según la NASA, el meteorito, de unos 17 metros de diámetro y una masa de 10.000 toneladas, atravesó la atmósfera terrestre a una velocidad mayor a la del sonido y se desintegró en varios pedazos que recorrieron el firmamento incendiados. Los fragmentos cayeron sobre tres regiones rusas —Cheliábinsk, Sverdlovsk y Tyumen— y sobre Kazajistán, tras un estallido que pudo ser detectado en Alaska y un temblor equivalente al de un terremoto, lo que desató el pánico entre la población local. El hecho de que se desintegrara como lo hizo daba ya una pista sobre su composición, que no era de hierro/níquel, algo que confirman estos primeros análisis. Los científicos han descartado ya rotundamente que esta roca tuviera que ver con el asteroide 2012 DA14, tres veces más grande, que pocas horas después pasó a menos de 28.000 kilómetros de distancia de la superficie terrestre y cuya trayectoria era perfectamente conocida de antemano.
Los mayores daños por la caída del meteorito se produjeron en la ciudad de Cheliábinsk, donde, según el último balance del Ministerio de Sanidad, se registraron 1.200 heridos, de los cuales 52 permanecen hospitalizados, 12 en estado grave. En cuanto a los daños materiales, las autoridades calculan en 25 millones las pérdidas económicas.
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