El vuelo de 108 minutos llevado a cabo el 12 de abril de 1961 por el joven cosmonauta de 27 años es aún motivo de orgullo para los rusos, dos décadas después del derrumbe de la URSS. Y la muerte de Gagarin en un accidente de avión, en 1968, acrecentó su figura mítica.
El retorno sano y salvo de Gagarin en medio de la estepa rusa, donde una anciana, tras reponerse de su asombro al verlo bajar en paracaídas, le dio pan y leche, forma parte de los grandes momentos de esa aventura convertida en leyenda.
Sus orígenes populares -un padre carpintero y una madre campesina- jugaron a favor de su candidatura para transformarse en el primer hombre en el espacio, frente a su rival Gherman Titov, proveniente de una familia de docentes y con la desventaja de tener un nombre de consonancia germánica, según sus biógrafos.
Nacido en marzo de 1934 , tras una infancia difícil marcada por la guerra y la ocupación nazi, Gagarin se dedicó a trabajar como obrero metalúrgico.
El joven Gagarin, apasionado por la aviación, se inscribió en una escuela militar de Orenburgo (Urales) y asume por primera vez el mando de un avión en 1955. En 1959 una comisión seleccionó voluntarios para pilotar un “tipo moderno de aparato”, su pequeña talla -de apenas 1,60 metros- jugó a su favor.
20 candidatos comenzaron un entrenamiento de un año en un centro secreto de Moscú. Con el paso del tiempo, no quedaron más que 12, y luego seis, entre ellos Gagarin.
Este hombre rubio, de ojos azules y sonrisa casi infantil, encarna el arquetipo del hombre ruso puesto como ejemplo por la propaganda soviética.
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